jueves, 6 de marzo de 2014

El Imperio Otomano, su caída y la Primera Guerra


El Imperio otomano comenzó siendo uno más de los pequeños estados turcos que surgieron en Asia Menor durante la decadencia del Imperio Selyúcida.

En su máximo esplendor, entre los siglos XVI y XVII se expandía por tres continentes, controlando una vasta parte del Sureste Europeo, el Medio Oriente y el norte de África, limitando al oeste con Marruecos, al este con el mar Caspio y al sur con Sudán, Eritrea, Somalía y Arabia. El Imperio otomano poseía 29 provincias, y Moldavia, Transilvania y Valaquia eran Estados vasallos.

Otras potencias europeas mostraban interés en el Imperio Otomano como un mercado para su producción industrial, fuente de materias primas, y escenario de rivalidades políticas y comerciales. Así, el Imperio Alemán inició un acercamiento político hacia el Imperio Otomano pero la evidente superioridad económica de Alemania provocó que el gobierno germano también exigiera (y obtuviera) privilegios y prerrogativas similares a las ya obtenidas por británicos, rusos y franceses, compitiendo con éstos por el control de mercados e infraestructura dentro del territorio otomano. Mientras tanto el Imperio Austrohúngaro mantenía su hostilidad contra los otomanos y se esforzaba en eliminar de modo lento pero indetenible la poca influencia que aún mantenía la corte del sultán sobre los Balcanes.

De igual manera Grecia (con respaldo ruso y británico) fomentaría movimientos independentistas en Creta y Chipre a fines del siglo XIX, logrando que los habitantes griegos de esas islas ganasen autonomía comercial ante el impotente Imperio Otomano, al extremo que el Reino de Grecia lanzó una guerra contra el Imperio en 1897. Pese a que las tropas otomanas lograron detener exitosamente las ofensivas griegas, el triunfo no significó el fin de la presión extranjera sobre el gobierno otomano, pues a las efímeras ambiciones griegas se sucedieron las de Rusia y Gran Bretaña.

Inclusive el Reino de Italia, económicamente débil frente a sus vecinos europeos, conservaba suficiente fuerza para invadir y conquistar las regiones de Tripolitania y Cirenaica al gobierno otomano en 1911, mientras la corte de Estambul carecía de medios financieros y bélicos para impedir que su última posesión en el Norte de África se convirtiera en una colonia italiana.

Durante el siglo XIX, diversos territorios del Imperio otomano comenzaron a alcanzar su independencia,  principalmente en Europa. Las sucesivas derrotas en guerras y el auge de los nacionalismos dentro del territorio llevarían al decaimiento del poder del imperio. Su participación en la Primera Guerra Mundial y el surgimiento de movimientos revolucionarios dentro de Turquía le darían el golpe mortal.

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Los países de los Balcanes liberados del Imperio Otomano fueron objeto de rivalidad entre las grandes potencias. Todos los jóvenes países nacidos de su descomposición Grecia, Bulgaria, Rumania, Serbia, Montenegro y Albania, buscaron expandirse a costa de sus vecinos, lo que llevó a dos conflictos entre 1910 y 1913, conocidos como Guerras Balcánicas. Las Guerras Balcánicas influyeron profundamente en el curso posterior de la historia de Europa. El final del imperio otomano y de Bulgaria originó tensiones; Los tratados de paz facilitaron la formación de un Estado serbio fuerte y ambicioso, pero también infundieron temor y un resentimiento antiserbio en el vecino Imperio Austrohúngaro. En 1914, el asesinato de Francisco Fernando de Austria, archiduque de Austria y heredero del trono imperial, proporcionó a Austria-Hungría un pretexto para invadir Serbia, lo que motivó el estallido de la Primera Guerra Mundial. El Imperio Otomano se alía a Alemania

Por: Carla Gleva Velázquez

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